Hay quien dice que las mañanas son duras. Pero en Gata, tienen una magia especial.
Cuando el sol empieza a asomar por detrás del Montgó y las calles huelen a horno y a café, sabemos que comienza un nuevo día… y que tenemos la suerte de vivirlo aquí.

La vida en el pueblo no tiene prisa. En el horno ya han salido las primeras cocas, en el bar se sirven los primeros almuerzos, y por las calles la gente se cruza con un “buenos días” que va de boca en boca.
Todo parece sencillo —y lo es— pero eso es justamente lo que lo hace tan valioso.

En Gata, las mañanas tienen su propia banda sonora: las campanas de la iglesia, la voz de alguna abuela contando una receta, el sonido del cuchillo cortando embutido en la carnicería, el clic de los carros en la tienda del barrio. Y de fondo, ese olor a leña, el transistor encendido o el silbido de un tren que pasa.

Pero si hay un ritual compartido, es el de dar una vuelta por La Rana. Ese rincón de naturaleza dentro del pueblo que nos hace respirar distinto. Un paseo corto, sí, pero lleno de vida: gente caminando, saludándose, mirando los bancales, el río… Siempre hay alguien que te para para charlar un momento, porque en Gata, la conversación breve también es tradición.

Y después, claro, llega el almuerzo: bocata de tortilla, figatells, atún con aceitunas, unas patatas fritas y una buena cerveza o café. En la terraza, en el bar de siempre, rodeado de caras conocidas. Porque aquí, el almuerzo no es solo comida: es parar, compartir, volver a sentirse en casa.

Los viernes son especiales, por supuesto. El mercadillo, los almuerzos más largos, las compras de artesanía, la charla con el panadero. Pero incluso un martes puede ser un gran día si empieza con una coca dulce y una sonrisa amable.
Incluso las campanas de la iglesia suenan más dulces por la mañana.

Y cuando miras a tu alrededor y ves que todo lo que te hace sentir bien está aquí mismo, te das cuenta de que no hace falta buscar mucho más lejos.

Porque el lujo no está en lo que tienes, sino en cómo lo vives.
Y vivir las mañanas en Gata… eso sí que es un lujo.